martes, 30 de junio de 2009

Rara avis






Camino a la costas de Playa Medina, en el estado Sucre, Venezuela, me encontré este objeto. Estaba apurado por las palmeras, la arena blanca y las aguas cristalinas y me costó frenar y dar la vuelta. Pero volví y tuve recompensa.
Este triciclo no lo había visto jamás en la vida ni en figuritas. Su dueño me contó que lo tenía hace ya unos años, que antes de habitar los alrededor de Carúpano y Puerto Caribe, Sucre, vivía en Maracay, Aragua, y que resultó ser el mejor de los seis vehículos que ha tenido para bajar los productos de la tierra que se producen monte arriba de estas ciudades caribeñas.
Se lo veía muy robusto para la tarea, con un diferencial heavy duty y una suspensión delantera de moto, con dos fornidos amortiguadores telescópicos en la rueda delantera, que es la direccional. El interior estaba intervenido por un enorme cajón de sonido y los cables del altoparlante que llevaba sobre el techo y aunque el propietario me contó que era un Toyota y que tenía un motor de 4 cilindros bajo el asiento, también puede ser un modelo de su subsidiaria Daihatsu, ya que el tablero anunciaba esa procedencia.
Los tanques de gasolina parecen una adición venezolana, porque detrás de la puerta suicida del lado derecho tiene la boca de carga original.
He visto otros triciclos de carga, italianos como el difundido Vespa Ape o las Siambretta/Lambretta, algunos alemanes en Argentina y Uruguay, los Bajaj indios siguen reproduciéndose en el tercer mundo y descubrí otros nipones en los museos de las marcas, allá en Japón, pero nunca uno de las dimensiones de este gigante.
Subo unas cuantas fotos para apelar a la sabiduría de los amigos de "Viven Aquí" a identificar y ampliar detalles de este bicho.

En Levis 501 detrás de un BMW 501




Hay que mirar siempre para adelante. Y también para los costados, porque en Latinoamérica se siguen viendo importantes sobrevivientes de la historia del automóvil a cada paso.
Entrando a Caracas por el camino de Colonia Tovar, Eureka! En un depósito de la Policía, junto a unas cuantas decenas de Nissan Patrol II accidentadas y/o desguasadas, yacía este BMW 501, símbolo de la influencia de la escuela Bauhaus en el diseño automotriz alemán de posguerra.
Se veía bastante completo y en estado muy recuperable, aunque con un esquema de pintura que no lo ayuda. Justo unos días antes, cuando visité en Valencia la colección de Carlos Sandoval, de la que ya postearé detalles, me encontré con un 502 (se diferencia del 501 porque tiene motor V8) pintado en blanco, que dejaba ver mejor sus voluptuosas (o boludas, como dirían en Colombia) curvas.
Unos kilómetros antes de este BMW me encontré con un depósito de Cadillac usados por la presidencia venezolana en los años setentas y ochentas de los que también debo detalles.
Salvad a este pobre be-eme!!!

Ocho orquídeas, tres araguaney, doce palmas y un Maverick


La idea generalizada es que los venezolanos construyeron el país de las camionetas 4x4, que hay tan poca conciencia ambiental que mantienen horas los motores prendidos para que el habitáculo no levante temperatura aun cuando estén estacionados, y que la gasolina sobra como para botarla al techo, o al piso al menos, ya que todas las bombas de gasolina tienen el suelo negro porque antes y después de cada carga las gotas que quedan en la manguera se echan allí deliberadamente.

También hay otra cara que mostrar. En este viaje conocí un montón de gente procupada por la salud del medio ambiente, y aunque al propietario de este Ford Maverick que encontré en Santa Elena del Uarién –en la frontera de Venezuela con Brasil– no lo conocí en persona y seguramente su jardín orgánico es producto de la fortuna de que este pobre automóvil haya clavado el pico allí, el hombre se ha esmerado en mantenerlo como un vergel, pues a pesar de pasarle la guadaña al resto del jardín, toda la flora que asoma por el vano motor sigue igual de vigorosa que el motor V8 que originalmente vivía allí.

jueves, 25 de junio de 2009

Los tesoros de Choroní






Este es un breve registro de los autos que encontré en una tarde de estancia en el pueblo colonial de Choroní y su puerto aledaño, Puerto Colombia, en el estado Aragua, Venezuela.
Vi tres taxis por puesto en funcionamiento: el primero fue un viejo comercial Renault con carrocería "fatta in casa", el segundo un Chevrolet Impala 1960, y el tercero una enorme rural Ford LTD, de las que en México llaman "mariacheras" (llevan una banda completa de mariachis y ¡siempre sí cabe el contrabajo!)
Botados uno detrás del otro languidecían un Chevrolet Impala/Biskayne 1962 y un Camaro 1970-73, y el premio al mejor estado se lo llevaba la VW Combi, que se encargaba de traer y llevar turistas desde y hacia el aeropuerto de Maracay, a hora y media subiendo la montaña.

sábado, 13 de junio de 2009

Cortar y arrancar


Mucho calor. La costa caribeña colombiana se pone insoportable. El bochorno arriba de la moto no se aguanta, pero peor debe ser estar arriba de un Renault 4, donde siempre hace el doble de temperatura que en el universo a su alrededor.

Lo digo por experiencia propia y lo testimonia otro más de los 4 recortados que pululan por Colombia. Este mantuvo su techo pero fue salvajemente amputado de algunos miembros laterales, y lo encontré en un parqueadero de Santa Marta.

Mensajes confusos


Este taxi que duerme siesta en un mediodía de Maracaibo promociona en sus flancos la urbanización de Bella Vista, una de las más refinadas de la segunda ciudad venezolana.
Sin duda, en ese estado no es nada bello, ni creo que haga demasiados méritos por dejar una imagen deseable del elegante vecindario.
En cambio, en Colombia, durante el viaje dormí en una ciudad a la que le tenía mucha idea de antemano, sólo por portación de nombre: Riosucio, en Caldas. Y resulta que terminó siendo un lugar bastante limpio y amable.

Pidiendo pista





La típica configuración del pueblo latinoamericano comprende una plaza, una iglesia y una cancha de fútbol. En Argentina se complementan estos tres con un autódromo, ya que prácticamente cada pueblo o ciudad se enorgullece de tener al menos uno.

Muchos de ellos están en permanente estado de abandono y se puede decir que tienen un patrón arquitectónico común que es hacerlos sin ninguna planificación y con un exceso de hierro, chapa y alambrado. Son feos, horribles, espantosos, pero son parte del paisaje en el que crecimos.

Han sido justamente olvidados por el "arte" argentino, aunque recuerdo algunas persecuciones de películas de los superagentes Tiburón, Delfín y Mojarrita filmadas en las pistas. La mejor reivindicación llegó en la peli Historias Mínimas de Carlos Sorín, con escenas que transcurren es un desoladísimo autódromo patagónico. Mi amigo Ramiro Chaves me dijo, en algún atardecer mexicano, que le gustaría hacer un ensayo de fotos de autódromos argentinos y me pareció genial la propuesta, que recordé cuando encontré este autódromo de picadas/piques/arrancones de 1/4 de milla a un costado de la carretera Cartagena-Barranquilla.

Café con aroma de Willys




Colombia es el país del mundo en el que se puede construir un mapa a partir de los autos que habitan cada una de sus regiones. Cada pueblo o zona tiene el suyo, aquel que demostró con el paso de los años que mejor solucionaba las necesidades de transporte en función del tipo de labores y carga, la geografía de los alrededores, la economía de uso y variables por el estilo.

En las zonas cordilleranas, los 4x4 resisten todo tipo de malos tratos, y hay plazas de pueblos donde lo único que se ven son los Aro Carpati y los UAZ de la Cortina de Hierro (por ejemplo, en pueblos de tierra caliente), en otros los Nissan Patrol (en muchos pueblos del oriente antioqueño), los Daihatsu F20 son muy requeridos en pueblos de la sabana cundiboyacense, los Dacia doble cabina trabajan y viven como hormigas en Barranquilla y zonas aledañas, los Renault 4 y 6 siguen siendo los taxis de muchos pueblos sobre la cuenca del Cauca, pero lo más sorprendente sigue siendo la superpoblación de los Jeep Willys y los posteriores CJ5 en los pueblos del Eje Cafetero.

Caicedonia es quizá el pueblo cafetero donde se vive con mayor intensidad el culto al Yipao, tanto así que el monumento que recibe a los visitantes en la glorieta principal es de uno de ellos. Y en pleno centro, desde las calles que rodean el mercado salen a cada rato los Willys exageradamente cargados de pasajeros y bultos para los lugares más remotos en las montañas vecinas, tarea que algunos Jeep ya llevan cumpliendo más de 50 años, en el que el progreso del automóvil no ha dado herramienta más idónea que el Willys para llegar hasta donde parece que ningún otro puede.

Terapia motriz



Año a año voy chuleando la lista soñada de los eventos de autos a los que quiero ir. Uno de los que me falta es un "Art Car Parade". Estos desfiles celebran a los autos convertidos en obras de arte y el más importante de todos se hace en Texas, EE.UU.
Mientras se da la oportunidad, tengo mi art car en casa y busco art cars dispersos por el mundo.
Esta ¿obra de arte? la encontré en mis primeras y recientes horas en Curaçao. Estaba en un predio que parecía un colegio y justifiqué su fealdad imaginando que se trataba de una gran propuesta de un profesor de la escuela realizada junto a los alumnos. Pero no, resultó que el lugar era el único loquero de esta isla de las Antillas Holandesas y me pregunté si alguien podrá salir sano y salvo de ahí con semejante adefesio asomando en el jardín.